“La
historia de todos los tiempos, y la de hoy
especialmente, nos enseña que… las
mujeres serán
olvidadas si ellas se olvidan de pensar sobre si mismas”
(Del libro Historia
de las mujeres: una historia propia,
de
Bonnie Anderson y Judith Zinsser, p.21).
Rosa Alcayaga Toro*
En Chile, el gobierno de la Presidenta Michelle
Bachelet propuso instaurar la figura penal de femicidio, según lo dio a conocer
la ministra del Servicio Nacional de la Mujer (SERNAM), Laura
Albornoz, a mediados del año 2007, luego de conocer que, en la austral ciudad
de Punta Arenas, María Alvarado, que esperaba una guagua, fue quemada por su
pareja al interior de su auto. Llegamos a finales del 2007 y la cifra de
asesinatos de mujeres en su condición de tales, a manos de sus maridos,
convivientes, parejas o pololos, bordeó los sesenta casos. Este fenómeno no es
reciente. Sin ir más lejos, en el año 2004 fueron setenta las víctimas fatales.
La diferencia es que hoy estos hechos han tenido mayor difusión en los medios
de comunicación. Antes el problema permanecía totalmente invisible. La
Fundación La Morada da una voz de alerta al país
cuando, en octubre del año 2004, entrega, a la opinión pública, un macizo
trabajo acerca del femicidio en Chile que desarrolló a instancias de las
Naciones Unidas. Ahí se denuncia “la inexistencia de campañas oficiales[1]
destinadas a informar y prevenir el femicidio, (...)”.