miércoles, 13 de febrero de 2013

Reflexiones en torno al femicidio: tiempo de gritar a los cuatro vientos



                      
 “La historia de todos los tiempos, y la de hoy
 especialmente, nos enseña que… las mujeres serán
olvidadas si ellas se olvidan de pensar sobre si mismas”
 (Del libro Historia de las mujeres: una historia propia,
de Bonnie Anderson y Judith Zinsser, p.21).

Rosa Alcayaga Toro*

En Chile, el gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet propuso instaurar la figura penal de femicidio, según lo dio a conocer la ministra del Servicio Nacional de la Mujer (SERNAM), Laura Albornoz, a mediados del año 2007, luego de conocer que, en la austral ciudad de Punta Arenas, María Alvarado, que esperaba una guagua, fue quemada por su pareja al interior de su auto. Llegamos a finales del 2007 y la cifra de asesinatos de mujeres en su condición de tales, a manos de sus maridos, convivientes, parejas o pololos, bordeó los sesenta casos. Este fenómeno no es reciente. Sin ir más lejos, en el año 2004 fueron setenta las víctimas fatales. La diferencia es que hoy estos hechos han tenido mayor difusión en los medios de comunicación. Antes el problema permanecía totalmente invisible. La  Fundación La Morada da una voz de alerta al país cuando, en octubre del año 2004, entrega, a la opinión pública, un macizo trabajo acerca del femicidio en Chile que desarrolló a instancias de las Naciones Unidas. Ahí se denuncia “la inexistencia de campañas oficiales[1] destinadas a informar y prevenir el femicidio, (...)”.



La Morada sostiene que, hasta esa fecha, sólo el diario La Cuarta era la principal fuente acerca de los asesinatos de mujeres en Chile y formula una crítica sobre como ese diario informaba puesto que al descontextualizar, naturalizar y trivializar los femicidios, impedía una reflexión crítica y una toma de posición frente a un fenómeno derivado de la violencia de género contra las mujeres. Recordemos que el año 2004 cuando La Morada publica estos estudios presidía la nación Ricardo Lagos y, ese mismo año, las instrucciones del gobierno a través de SERNAM era cerrar varios centros de atención de apoyo a las mujeres en los casos de violencia intrafamiliar, eso ocurrió, por ejemplo, en la zona sur de la Región Metropolitana y lo nombro porque colaboré con la encargada de ese centro para que no lo cerraran: quedaban a la deriva más de un millón de mujeres que tenían la posibilidad, en ese servicio aunque pequeño, de recurrir en busca de ayuda especializada. Es probable que, en la actualidad, haya influido la sensibilidad que sobre el problema pudo tener la presidenta Michelle Bachelet al proponer la figura legal de femicidio. Eso no quiere decir, de ningún modo, que asistamos a un cambio político en el país, el modelo neoliberal sigue imperando sólo con algunas gotitas de justicia. Que se consiguió. Lo importante es que se instaló en la agenda mediática el concepto de femicidio. Hasta en la telenovela Lola acusan de femicida a un hombre que le pega a su pareja. Es un mínimo avance. Han sido las propias mujeres que a través de sus organizaciones cosechan estos logros. De agras la resolución del Tribunal Constitucional objetando la píldora del día después. Cambios de fondo no hay.da da aconcoer çça acerca de los asesinatos de mujeres

El año 2004 hubo un encuentro poético internacional de solidaridad con las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, México. Ese mismo año leí que el tema de la novela póstuma 2666, del escritor chileno Roberto Bolaños, eran las muertas de Ciudad Juárez, informaba un artículo periodístico, en La Nación, titulado: “Donde nacer mujer es morir”. Cientos de mujeres jóvenes trabajadoras fueron violadas y mutiladas y sus cuerpos tirados en zanjas o en terrenos baldíos sin que hasta hoy se haya podido esclarecer los hechos ni detener a los verdaderos responsables, las autoridades callaban. Así también en Chile poco se dijo el año 2004 de las setenta mujeres asesinadas. Muy reciente en nuestra memoria están los asesinatos de jóvenes mujeres en Alto Hospicio, tanto las autoridades policiales como la prensa denigraron, en ese entonces, a las víctimas y a sus familias al señalar que las jóvenes asesinadas eran prostitutas: hijas de familias pobres que, en ese momento, no tuvieron como defenderse de las acusaciones. Hoy existen serias dudas sobre las razones de esos asesinatos y una de las hipótesis es vincular Alto Hospicio con Ciudad Juárez.

¿Qué falta? Ya instalado el concepto de femicidio en el imaginario, falta explicar por qué sucede. Me parece que en vez de femicidio, si bien indica que es un asesinato en condición de ser mujer, no responde a los por qué de estas muertes y recojo la idea de expresarlo como feminicidio, concepto acuñado por la teórica, antropóloga y diputada mexicana Marcela Lagarde, que le da una significación política y ubica el tema en el ámbito del poder como forma de dominación y control de los hombres sobre las mujeres. Cómo uno podría explicarse estos asesinatos si no fuese en el ámbito de una sociedad en que la mujer aparece como posesión del hombre, pero el hombre referido a una estructura patriarcal que se reproduce desde cientos de años. No se trata de hombres psicópatas o de hombres borrachos. La maté porque era mía, como reza el bolero, porque la mujer deviene objeto poseído. La sociedad occidental está regida por la autoridad de la ley del padre, de lo masculino, en tal grado trascendente que se reconoce como patriarcado. Lo sufren no sólo las mujeres, sino también los hombres, forzados ambos a representar roles  determinados.  El concepto de patriarcado dice la feminista española Celia Amorós se ha <obscenizado> por su sentido totalizador, pero ella sostiene, y así también creo yo, debe usarse de todas maneras recreando, de forma creativa, nuevas claves: ella escribe en base a un ejemplo de la realidad española. El patriarcado mata, luego existe (93 mujeres en España: más que las víctimas del terrorismo ETA sólo en un año). Y siguiendo con ese ejemplo, en Chile puede decirse sin miedo: El patriarcado mata, luego existe: 60 mujeres asesinadas el año 2007 por sus parejas. Sin el concepto de patriarcado no hay manera de que las mujeres, como conjunto, nos podamos dar por aludidas por una misma rúbrica unitaria, escribe Amorós. Pese a las aprehensiones de la española, la temática del patriarcado es una trama que atraviesa fronteras y tiene la firma de las Naciones Unidas cuando en 1995, la plataforma de acción, adoptada en Beijing, durante la Conferencia de la ONU sobre los Derechos de la Mujer, reconoció, oficialmente, que los malos tratos contra las mujeres constituían un acto de violencia de género que reviste carácter estructural. En igual sentido, Le Monde Diplomatique, en su artículo editorial Violencias masculinas de julio 2004 (p.3), escribe que las relaciones de poder históricamente desiguales entre hombres y mujeres tienen su origen en el patriarcado, sistema fundado en la idea de una <inferioridad natural> de las mujeres y una <supremacía biológica> de los hombres. Un <síntoma de la vigencia del patriarcado> es la violencia que genera el naturalizar las desigualdades entre los sexos porque niega el <carácter eminentemente político de la vida privada>. Porqué hago mención de ese artículo. Porque el feminicidio no es exclusividad de los países del tercer mundo, también se da con igual virulencia en la vieja Europa. Un estudio publicado el 2001 realizado por el Instituto Médico Legal  de París sobre un período de 7 años concluyó que en el 51% de los homicidios de mujeres está involucrado el marido[2]. Son muchas las formas que adquiere la dominación masculina y el sociólogo francés Pierre Bourdieu señala que la reproducción de esta dominación está asegurada simbólicamente por cuatro instancias principales: la Familia, la Iglesia, el Estado y la Escuela, que orquestadas tienen el poder de actuar conjuntamente sobre las estructuras del inconsciente. En esa línea de análisis, Bourdieu explica que la Iglesia caracterizada por su profundo antifeminismo inculca una moral pro-familiar, enteramente dominada por los valores patriarcales, especialmente, por el dogma de la inferioridad natural de las mujeres. De manera indirecta actúa, para reforzar dicha estructura, a través del simbolismo de su liturgia y de sus textos sagrados, en los que imponen -para justificar la jerarquía en el seno de la familia- una verdadera monarquía de derecho divino basada en la autoridad del padre. Poder patriarcal que se consolida con las religiones: todo sufrimiento humano principia con la mujer, según el Génesis bíblico en el mito del Paraíso y la expulsión de Eva. Las mujeres que son golpeadas y abusadas, lo pueden decir acá las profesionales psicólogas mejor que yo, creen que el hombre tiene ese derecho y es común escuchar en sus relatos que a lo mejor es verdad que ellas tienen la culpa de no haberse portado bien frente a los requerimientos de diversa índole del hombre y que, consciente o inconscientemente, estarían reconociendo como autoridad. En las noticias escuchamos como las mujeres luego de acusar al hombre de violencia retiran posteriormente esa misma acusación porque lo ha perdonado y él promete cambiar, para más tarde  lamentar la muerte de una nueva víctima. La violencia sexista persiste en dimensiones insospechadas como pauta universal y cada sociedad encuentra su propia manera de hacerla invisible. Decimos que el hombre asesina debido a los celos: que otra cosa significa aquel bolero tan sentido escuchado por nosotras La maté porque era mía y suspiramos pensando que mató por amor. Según los datos de La Morada los motivos o móviles del femicidio identificados, tanto en los expedientes como en el diario La Cuarta, muestran los afanes de dominación, posesión y control de los agresores hacia sus víctimas. En los casos de violación y muerte perpetradas a mujeres por desconocidos, se manifiesta también el sentido de propiedad y libre disposición que tienen muchos hombres respecto de las mujeres en general. Algunos textos destacados de La Cuarta: 1) “La maté porque ella me estaba engañando y yo quería reconquistarla…”[3]. 2) “...cuando llegamos al parque ella se negó a tener relaciones sexuales y ahí procedí a golpearla, luego la ahorqué y la llevé arrastando…”[4]. 3) “Degolló a ex polola de 16 años que lo cambió por otro”. 4) “el hombre que violó y estranguló a su ex esposa, confesó que se le nubló la razón por un arrebato de celos”. El concepto de violencia intrafamiliar que sustentan las autoridades tiende a la invisibilidad y a la disolución del sujeto mujer bajo un supuesto beneficio del colectivo familia e iguala el acto de violencia en contra de las mujeres al de otros segmentos de la sociedad como ancianos, niños, discapacitados. La autoridad no menciona las relaciones jerarquizadas y de poder al interior del núcleo familiar así como el lugar de subordinación de las mujeres en  relación a los hombres. Al eludir ese tema está negando el origen de la violencia contra las mujeres y, por ende, aleja las posibilidades de erradicación. Lucía Guerra, en su libro La mujer fragmentada: Historias de un signo, señala que fue Federico Engels, en su obra El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, el primer análisis teórico que desenmascara la dinámica económica subyacente en la estructura patriarcal[5], en el que este autor sostiene que este orden aparece con la instauración de la familia monogámica cuando se divide la sociedad en clases: “La abolición del derecho materno fue la gran derrota del sexo femenino”, dice este teórico en su libro. Me impresionó mucho más lo que Engels escribió acerca de la interpretación que el antropólogo suizo Bachofen le dio a la trilogía dramática griega Orestíada escrita por Esquilo. Fue este suizo que consigna Engels, él primero que en Europa hablaba del derecho materno. Hasta 1861 los libros de Moisés dominaban las ciencias históricas acerca de la familia y se pensaba que ésta había sido siempre la misma: familia patriarcal bajo la égida de la ley del padre. En la obra de Esquilo, en el siglo V antes de Cristo, el derecho materno era derrotado y Orestes exculpado del asesinato de su madre Clitemnestra, y las Erinias, encargadas de perseguir a los matricidas, fueron derrotadas: el  poder paterno triunfaba[6]. Si nos detenemos a examinar el probable papel normativo que debió jugar esta obra en su época, así también lo deduce Riane Eisler en su libro El cáliz y la espada y se pregunta: ¿por qué un dramaturgo tan brillante como Esquilo escribiría este drama ritual destinado a ser visto por todo el pueblo de Atenas, incluyendo mujeres y esclavos?[7] Tenemos la gran responsabilidad de escucharnos, de hablarnos, de escribirnos, como propone la valiosa escritora argentina Victoria Ocampo en 1935: hasta ahora hemos escuchado a los hombres escribir de nosotras, ahora nos toca a nosotras, las mujeres, descubrir este continente inexplorado y hablar también de los hombres en calidad de testigas sospechosas[8]. Insistir en proyectos como el de Teresa Valdés, acá en Chile, con su texto titulado Venid, benditas de mi padre: las pobladoras, sus rutinas y sus sueños, del año 1988: hacer visible la invisible historia de las mujeres como tarea imprescindible. Después de Engels, El segundo sexo, de Simone de Beauvoir, que aporta otra perspectiva cuando objeta a Engels y sostiene que es el cuerpo de la mujer, en su dimensión biológica de la reproducción, el factor que, mucho antes de la división de la sociedad en clases, relegó a la mujer a un segundo plano y determinó su participación en la cultura. Las resonancias de la Beauvoir llegan a América Latina y Rosario Castellanos, desde México, pone el acento en el lenguaje como instrumento de dominio: “el látigo que impone el poder para silenciar al oprimido”[9]. Porque oprimidas, en este continente, no son sólo las mujeres, sino que también lo son los indígenas, los pobres, los negros. Existe un poder patriarcal en manos del varón adulto como jefe de familia, de la tribu, de todo un pueblo o de un conjunto de naciones como ocurre hoy, designa el poder de los económicamente poderosos como dijo, tiempo atrás, la doctora Lola Hoffman en Chile. La discriminación en contra de las mujeres atraviesa todos los estratos sociales y económicos. Si pensamos que hay diferencias entre una mujer profesional y de clase pudiente versus una mujer trabajadora y de escasos recursos, eso es cierto, pero es el sexo el factor fundamental que nos determina. Las mujeres tenemos que hablar con las mujeres. A nosotras nunca nos han dado nada gratis y el ejemplo del derecho a voto conquistado por nosotras es un botón de muestra. Chile llegó tarde a reconocernos ese derecho: año 1949. Hoy tenemos muchas tareas. Debemos levantar nuestra voz junto a los jóvenes por una educación pública de buena calidad porque la educación es indispensable para nosotras, necesitamos más mujeres estudiantes y alcanzando niveles superiores. Un reconocimiento público a María Música que frente a la impotencia de no ser escuchada lanzó un jarro de agua: el jarrazo de la impotencia de los subalternos en un Chile apaleado. También debemos sensibilizarnos con las protestas por más trabajos, por mejores sueldos y que no sean inferiores a los hombres por igual función: necesitamos independencia económica. Y si en nuestro país el Congreso no quiere aprobar la figura penal de femicidio o de feminicidio, creo que nosotras tenemos una gran responsabilidad en lograr que este tema les incomode, hasta tal punto, que los parlamentarios y el gobierno no tengan más opción que escucharnos. Hay un  tema que no quiero dejar de lado aunque sea sólo para mencionarlo y que planteó la doctora Lola Hoffman. Si bien la mujer ha ido adquiriendo ciertas herramientas para desarrollar una vida independiente en lo económico, “las compulsiones sexuales permanecen aún inalterables”. La sexualidad de la mujer todavía se ajusta plenamente a los intereses del varón y ella está educada para depender de un solo hombre. Asimismo, el hombre está obligado a representar una masculinidad que lo asfixia. Reivindicar nuestros derechos sexuales. Aprender a decir no cuando no queremos tener relaciones sexuales, por ejemplo, tratar de enfrentarlo como pareja. Derecho al placer sin reproducción. Independencia económica es primordial, pero también independencia sexual. Por último, insistir en que para enfrentar el tema del asesinato de mujeres en su condición de tales tanto hombres como mujeres deben cuestionar las bases de la sociedad en donde convivimos y no podemos quedarnos tranquilas esperando sólo un cambio a la legislación. Mi pequeño granito de arena como aporte. Leeré un poema mío en homenaje a las mujeres de Juárez y, para terminar, un poema inédito en homenaje a Magaly Jara, que fue violada y asesinada por su ex esposo  en un arrebato de celos: “es que tenía otro hombre”, dijo, lo consignan los diarios capitalinos.[10], ese año lo escribí cuando poco se hablaba del tema y no quiero que Magaly Jara, como símbolo, sea olvidada. R. A.







* Rosa Alcayaga Toro
Periodista, académica de la UPLA, poeta afiliada a la SECH




[1] Las campañas de denuncia del femicidio que se han realizado han sido impulsadas desde la sociedad civil por las organizaciones sociales de mujeres articuladas en la Red Chilena contra la Violencia Doméstica y Sexual.
[2] Dominique Leconte y otros, Homicides de femmes, Instituto Médico Legal, París, 2001. En Le Monde Diplomatique, mayo 2005
[3] Declaración de femicida, caso PPO A-02.
[4] Declaración de femicida, caso MML 7-01.
[5] Lucía Guerra, La mujer fragmentada: Historias de un signo,  Editorial Cuarto Propio, Santiago de Chile, 1995, p.142-143.
[6] Federico Engels, El origen de la familia, propiedad privada y estado, Madrid, edición SARPE, 1983, traducción cedida por Ediciones Progreso, Moscú, p. 32-33-34-35-36-37.
[7] Riane Eisler, El cáliz y la espada. Nuestra historia, nuestro futuro, Editorial Cuatro Vientos, Santiago de Chile, 5ª edición 1995.
[8] Victoria Ocampo, La mujer y su expresión, Sur, Año V, Nº11 (agosto 1935), p. 36.
[9] Lucía Guerra, La mujer fragmentada: Historias de un signo, Editorial Cuarto Propio, Santiago de Chile, 1995, p. 146.
[10] Diario Las Últimas Noticias y La Cuarta, Santiago de Chile, sábado 27 de noviembre 2004. 

2 comentarios:

  1. Rosa:

    Hay tanta pereza al respecto de "educar" al individuo desde la más tierna infancia, para
    lograr en sociedad pavimentar nuevos caminos,
    donde la violencia abandone el rumbo.

    Ojalá lográramos más "tolerancia" y comunicación, enseñar que se puede discutir, sin llegar a la violencia, etc..

    Sucede que se nos ha ido perdiendo el brillo y sabes que es lo peor, ese voltear la cara y guardar SILENCIO, creyendo que no es a uno el que le ocurre... Y luego qué ?

    ¿Existe acaso la certeza de ese, "cuento contigo"?

    Nunca olvidaré, un par de zapatos y un poema que escribí llorando a gritos.
    Levanto mis manos y grito a viva voz
    ¡CUENTEN CONMIGO!! Si, si.

    ***
    Para ti, un abrazo, Rosa Alcayaga, ya era hora que comenzaras con un blog

    Rossana

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  2. este panorama es desolador, algo que se hereda a través del aprendizaje sistemático en muchas generaciones , en muchos lados es parte de la cultura y aceptado dentro de los parámetros que indica lo normal en comportamientos, donde no solo las sociedades lo avalan, sino que las religiones lo avalan,como parte de todo comportamiento humano

    las mismas familias (padres y madres) en muchos lugares del mundo avalan la violencia (sea física o psicológica) como parte de la relación y traspasan a sus propios hijos este modo de "supremacía" entre sus pares
    y esto hace un círculo dentro de muchos círculos que se potencian entre sí.

    Un pendiente desde la misma raíz que hay que trabajar y re-educar

    abrazos energéticos

    te dejo mi blog
    http://lunapagana1.blogspot.com

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